viernes, 12 de agosto de 2011

LAZOS DE FAMILIA EN BLANCO NOCTURNO DE RICARDO PIGLIA (1)

LAZOS DE FAMILIA EN BLANCO NOCTURNO DE RICARDO PIGLIA
Beatriz Alicia García

El que escribe sólo puede hablar de su padre o de sus padres y de sus abuelos, de sus parentescos y genealogías.
(Ricardo Piglia, “En otro País”)

Memoria familiar y memoria colectiva

Entendemos el concepto de familia como “la célula base de la sociedad”. Pero, ¿qué implicaciones tiene tal aseveración?¿De qué manera la familia es un eslabón que vincula al individuo con la sociedad o a la sociedad con el individuo? La configuración de nuestra identidad como individuos está estrechamente vinculada con nuestro crecimiento y formación en el núcleo familiar, pero de igual manera esa formación va a afectar nuestro comportamiento social, los roles que desempeñamos como ciudadanos; y el contexto social, a su vez, influye en la dinámica familiar y en los roles que desempeñamos en el hogar. Expresa Méndez Castellano (1996: 47):

La familia, como grupo social primario, tiene sus características propias. Su estructura se inserta en la estructura social manteniéndose dentro de una interrelación de influencias mutuas. Es considerada como una micro-sociedad donde se aprenden los primeros hábitos fundamentales para la vida y su papel es muy importante en la formación de la personalidad integral del hombre. La familia, con arreglo a sus posibilidades, debe satisfacer las necesidades básicas de sus miembros y es el medio fundamental para transmitir a las nuevas generaciones los valores culturales, morales y espirituales y las costumbres y tradiciones características de cada sociedad.

Nuestras nociones de libertad y seguridad, por ejemplo, dos nociones fundamentales que adquirimos en el contexto familiar, van a influir en nuestras acciones y nuestra conducta, van a influir en la manera en que nos ponemos límites en nuestro trato con los otros (Rízquez 2000).

Lo que no es siempre evidente es el vínculo entre los lazos de familia y el ejercicio del poder en la sociedad; de qué manera, los padres, además de legar bienes, hábitos, comportamientos y valores, pueden legar a sus hijos el ejercicio del poder, que afecta la toma de decisiones en el ámbito social. No me refiero aquí necesariamente al ejercicio del poder político o al nepotismo, sino a la influencia que grupos de poder económico pueden ejercer en su contexto social. En el ámbito colonial de la América Hispana sólo el propietario, el dueño de la tierra, podía formar parte del Cabildo; por lo tanto el matrimonio, la conformación del núcleo familiar se piensa y organiza como “una forma de empresa muy ligada a las necesidades económicas” (...) “del siglo XVI al XIX las familias ejercen mucha influencia sobre la política tanto a nivel local como nacional”. (González y Tuñón 1997, p. 19). Los grupos de influencia, los que podían tomar decisiones, estaban conformados por los propietarios de la tierra; porque en una sociedad básicamente agrícola, el patrimonio social, e incluso nacional, está en la tierra, y lo que ésta produce. En el contexto rural, del campo, esto sigue siendo así, los grandes propietarios son los hacendados, los dueños de la tierra.

En ese contexto hay que ubicar a los personajes protagónicos de Blanco nocturno y la trama que se teje entre la familia Belladona y el asesinato de Tony Durán. Sofía Belladona lo dice expresamente mientras relata su historia familiar a Emilio Renzi, periodista de la capital, a quien había conocido cuando era estudiante: “Porque no hay nada que heredar salvo la muerte y la tierra. Porque la tierra no debe cambiar de mano, la tierra es lo único que vale, dice siempre mi padre, y cuando mi hermano se negó a aceptar lo que era de él, empezaron los conflictos que llevaron a la muerte de Tony”. p. 75

En la presente reflexión sobre la novela de Ricardo Piglia, Blanco nocturno, me interesa destacar el modo en que la herencia familiar, entendida como legado, es decir, “como deuda que el heredero contrae con sus antecesores” (Saraceni 2008, p. 14) y ante la cual debe responder; va configurando también el quehacer y el espacio público; cómo la esfera privada y de los afectos se ve afectada por los vínculos y contratos que se establecen con la sociedad. En la novela de Piglia, detrás de lo que inicialmente parece un crimen pasional, subyace un complejo entramado en el que se entrelazan los lazos que unen, o desunen, a la familia Belladona, y su vínculo con los intereses económicos y políticos, del pueblo que han fundado. Más allá de los bienes materiales heredados, que los Belladona han recibido de una generación a otra, que motivan el nudo de la trama; lo que la hace interesante, y compleja, es lo que las mellizas, y sus hermanos, han asumido de ese legado, de qué manera lo hacen suyo, aún rechazándolo.

La importancia del legado familiar es también un referente fundamental en la novela de Piglia Respiración artificial (Piglia 1980). Los personajes protagónicos Marcelo Maggi, Emilio Renzi, y el senador, Luciano Ossorio, están unidos por lazos consanguíneos, pero también por una memoria familiar común; un antepasado, Enrique Ossorio, ligado a la historia argentina, que Maggi proyecta biografiar, surge como un eslabón que une a tres generaciones, que no se conocen, que no han estado juntos, pero que comparten, o podrían compartir un ideal, que Maggi vincula con la utopía.
El vínculo entre Maggi y Renzi no es directo, comienza a través de la comunicación por correspondencia entre tío y sobrino, Maggi necesita un interlocutor para su proyecto biográfico, pero también un heredero que lo asuma, porque él no puede continuarlo y no tiene hijos, herederos directos. Maggi, al igual que su biografiado, Enrique Ossorio, es un desterrado, alguien que ha sido condenado al ostracismo como manera de expiar una culpa. En una suerte de juego de espejos se van entrelazando las vidas de Enrique Ossorio, Maggi y Renzi, que nunca se verán, se unen intertextualmente; Maggi comparte con Renzi textos de Ossorio y luego desaparece: “El desterrado es el hombre utópico por excelencia, escribía Ossorio, me escribe Maggi, vive en la constante nostalgia del futuro” (Piglia 1980, p. 56, el subrayado es nuestro). Lo que hemos heredado de lo que somos es siempre una promesa, una posibilidad, que puede cumplirse o no, y que a nuestra vez dejamos a las generaciones futuras, junto con nuestra sangre o a través de nuestros proyectos y nuestras acciones.

Lo destacable en Respiración artificial es el modo en que ese legado llega, a través de la escritura, la metaficción. Maggi le escribe a Renzi sobre su proceso de escritura y nosotros como lectores somos también narratarios de ese discurso. A la inversa de la perspectiva mimética de lo literario, en Respiración artificial, Enrique Ossorio relata que ha empezado a encontrar en el mundo “real”, escenas previamente leídas en la literatura: es la vida la que imita al arte. Escribe Ossorio: “Pienso: he descubierto una incomprensible relación entre la literatura y el futuro, una extraña conexión entre los libros y la realidad. Tengo solamente una duda: ¿Podré modificar esas escenas?¿Habrá alguna forma de intervenir o sólo puedo ser un espectador?” (Piglia 80, p. 125).

En Blanco nocturno Emilio Renzi reaparece como personaje y de igual modo lo hace como receptor-escucha, de las elucubraciones de Croce, quien también necesita un interlocutor para ordenar sus ideas. A través de Renzi se establecen vínculos intertextuales entre ambas novelas de Piglia, Respiración artificial y Blanco nocturno. Pero en Blanco nocturno, a Renzi, como narrador, no le queda más opción que ser precisamente sólo testigo-espectador ante los hechos trágicos que protagoniza la familia Belladona. Como en el drama griego clásico o shakespeareano nada puede hacerse contra el fatum, la cadena de trágicos desenlaces.
La identidad, el sentido de pertenencia, vinculados al legado familiar, son un tema fundamental en Blanco nocturno; al igual que en otras destacadas novelas de la literatura latinoamericana, Doña Bárbara o La Trepadora de Rómulo Gallegos, Cien años de soledad de García Márquez, La casa de los espíritus de Allende. La confrontación con ese legado inexorablemente traspasa la esfera de lo privado y puede vincularse con el ejercicio de la ciudadanía, pero también con algo quizá menos tangible, la configuración de un imaginario cultural. Como señala Saraceni (2008: 16) es importante destacar “el vínculo entre memoria individual y memoria colectiva”.
Este vínculo se señala expresamente en la novela, mientras una de las mellizas, Sofía, conversa con Emilio Renzi. En este caso, los Belladona, no sólo han adquirido la memoria colectiva del lugar, sino que han conformado con sus actos una parte importante de esa memoria colectiva, que los habitantes del pueblo han hecho leyenda, entendiendo leyenda como un relato que ficcionaliza y magnifica determinados hechos transformándolos en patrimonio cultural de un lugar: “Muchas veces Sofía había comprobado que la historia de su familia era un patrimonio de todos en la zona –Un cuento de misterio que el pueblo entero conocía y volvía a contar pero nunca lograba descifrar completamente– (Piglia 2010, p. 54). [en cursiva en el original] No es un detalle casual que Rosa Echeverry, emparentada con los Belladona por la rama de los O’Connor, sea la archivista del pueblo, quien guarda la memoria de los hechos más importantes acaecidos, incluyendo los anónimos, que dejados azarosamente en lugares públicos, buscan sacar a la luz las verdades que han ocultado las historias oficiales de los hechos.
Pertenecer a una genealogía, inscribirse en ella, no sólo implica tener determinadas características físicas o de personalidad, también tiene que ver con formar parte de una tradición cultural; asumir, o rechazar, diversas prácticas, representaciones, valores, creencias, ritos, a los que a nuestra vez, agregamos otros. En la continuidad de una genealogía se unen pasado, presente y futuro. En el caso de los hermanos Belladona, personajes protagónicos de Blanco nocturno, implica también, la pertenencia a un lugar geográfico, el vínculo con la tierra, la defensa de un patrimonio que se vincula a ella. Es por ello que Cayetano Belladona envía a sus hijas a la capital para que estudien Agronomía y surgen los conflictos con los hijos varones, que básicamente, heredan del abuelo italiano, Bruno, “la desconfianza del campo y el gusto por las máquinas” (Piglia 2010, p. 147).

No hay que olvidar que el abuelo ingeniero, Bruno, es un fundador, inicia una genealogía en un lugar desierto de la pampa argentina, pero no trae consigo una genealogía propia, nunca conoció a sus padres, no tiene un legado ante el cual responder, una herencia que le de arraigo, y es con él que va a criarse Luca, al ser abandonado por la madre: “El pequeño Belladona. Era hijo de sí mismo; el primer hombre sin padre, en la familia. Bruno lo llamaron porque era morocho, parecía africano”. (Piglia 2010, p. 91)

Entre los habitantes del pueblo, y esto incluye, por supuesto, a la familia Belladona, encontramos una red de vínculos en los que pareciera predominar la complicidad, sin embargo, luego del asesinato de Tony Durán, cuando Emilio Renzi entrevista a sus moradores, da cuenta, ya no de la “barbarie” rural, que unificaba a los pobladores en un retrato único, desdibujándolos, en la obra de los escritores criollistas del siglo XIX o inicios del XX, sino de una cartografía en la que las diferencias sociales son notorias:

Los pobladores principales viven en lo alto de las lomas; después en una franja de unas ocho cuadras está el llamado centro histórico con la plaza, la municipalidad, la iglesia y también la calle principal con los negocios y las casas de dos pisos; por fin, al otro lado de las vías del ferrocarril, están los barrios bajos donde muere y vive la mitad más oscura de la población. (Piglia 2010, p. 14)

De igual modo se evidencian las alianzas o traiciones que se vinculan al Capital, a la posibilidad de participar en jugosos negocios vinculados al capital extranjero. El pueblo de los Belladona, ni es la Arcadia de Rousseau ni el salvaje territorio al que hay llevar la luz de la civilización. Es un territorio con sus propias leyes, que vive “en dos realidades”
:
La gente de campo vivía en dos realidades, con dos morales, en dos mundos, por un lado se vestían con ropa inglesa y andaban por el campo en la pick-up saludando a la peonada como si fueran señores feudales, y por otro lado se mezclaban en todos los chanchullos sucios y hacían negociados con los rematadores de ganado y con los exportadores de la Capital. Por eso cuando llegó Tony supieron que había otra partida en juego además de una historia sentimental. ¿Para qué iba a venir hasta aquí un norteamericano si no era para traer plata y hacer negocios? (Piglia 2010, p. 73)
[Renzi] Empezó con la descripción del pueblo porque se dio cuenta de que ése era el tema que iba a interesar en Buenos Aires, donde casi todos los lectores era como él y pensaban que el campo era un lugar pacífico y aburrido con paisanos con gorra de vasco que sonríen como tarados y le dicen a todos que sí. Un mundo de gente campechana que se dedicaba a trabajar la tierra y eran leales a las tradiciones gauchas y a la amistad argentina. Ya se había dado cuenta de que todo eso era una farsa, en una tarde había escuchado mezquindades y violencias peores a las que podía imaginar. (Piglia 2010, p. 115)

[“Lazos de familia en Blanco nocturno de Ricardo Piglia” Continuará en próximos posteos]

Bibliografía

Bibliografía directa:

Piglia, Ricardo. 1980. Respiración artificial. Cuba: Casa de Las Américas.

Piglia, Ricardo. 2000. Formas breves. Barcelona: Anagrama.

Piglia, Ricardo. 2010. Blanco nocturno. Barcelona: Anagrama.

Otras fuentes bibliográficas:

Bratosevich, Nicolás. 1997. Ricardo Piglia y la cultura de la contravención. Argentina: Teruel.

Cappelletti, Ángel. . Positivismo y evolucionismo en Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores.

Fornet, Jorge. 2000. Valoración múltiple Ricardo Piglia. La Habana/Bogotá: Casa de las Américas/Instituto Caro y Cuervo.

Gallegos, Rómulo. Doña Bárbara. Caracas: Fundación Ayacucho.

González Montes, Soledad y Julia Tuñón (comps.). 1997. Familias y mujeres en México. México: El Colegio de México.

Hurtado de Barrera, Jacqueline. 2003. Aproximación a una tipología de la estructura de las familias caraqueñas de menores recursos. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.

Iser, Wolfgang. 1987. “El proceso de lectura: enfoque fenomenológico”. En: Mayoral, José Antonio (comp.). 1987. Estética de la recepción. Madrid: Arco Libros.

Méndez Castellano, Hernán et al. . 1996. Estudio Nacional de Crecimiento y Desarrollo Humano de la República de Venezuela. Caracas: Ministerio de la Secretaría. Fundacredesa.

Pons, María Cristina.1998. Más allá de las fronteras del lenguaje. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Rísquez, Fernando. 2000. “Dinámica familiar”. En: Familia: un arte difícil. Caracas: Fundación Venezuela Positiva.

Saraceni, Gina. 2008. Escribir hacia atrás Herencia, lengua, memoria. Argentina: Beatriz Viterbo Editora.


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